El lunes en la tarde me enteré via Twitter del accidente del hijo de Cristian Warnken y el triste desenlace. El hecho me tocó profundamente por dos motivos, el primero porque fuí un frecuente espectador de "La Belleza de Pensar" y también ahora con "Una Belleza Nueva", programa que mantiene la misma línea (el cuento del cambio lo pueden buscar perfectamente en Google). El segundo motivo y es ahí donde me ví muy afectado, es porque también tengo un hijo y de una edad similar (2 años 4 meses tiene el mío).
Desde que nació Diego me he vuelto sensible a ciertas cosas y situaciones que antes pasaban por mi lado. La preocupación de que él siempre esté bien (y ojo que no me refiero al típico "que nunca le falte algo") y de que yo siempre pueda estar a su lado es algo que me acompaña cada minuto del día.
El amor por los hijos es algo díficil de cuantificar y por cierto describir, es en cierta medida un mandato natural, alimentado por la racionalidad propia de la paternidad, el que arrastra tal cantidad de sentimientos y emociones. Sin embargo, la perdida de un hijo es al mismo tiempo una de las tristezas más grandes que puede sentir un ser humano, se nace para morir y ser enterrado por nuestros hijos, no para verlos morir a ellos.
La muerte es algo presente y constante, omitir su existencia es desconocer realmente nuestra condición animal y humana. Aceptarla es díficil pero es un paso que todos, de alguna u otra forma, debemos hacer.
Cristián, puedo imaginar de alguna manera el terrible dolor que debes sentir, no importa si es navidad o año nuevo, el día en que se pierde un hijo, es el día más triste de nuestras vidas.
Sólo queda el hermoso recuerdo de su pequeña e inocente existencia.
Mis más sinceras condolencias.
Actualización: Cristian Warnken ha publicado estas bellas y tiernas palabras.
Desde que nació Diego me he vuelto sensible a ciertas cosas y situaciones que antes pasaban por mi lado. La preocupación de que él siempre esté bien (y ojo que no me refiero al típico "que nunca le falte algo") y de que yo siempre pueda estar a su lado es algo que me acompaña cada minuto del día.
El amor por los hijos es algo díficil de cuantificar y por cierto describir, es en cierta medida un mandato natural, alimentado por la racionalidad propia de la paternidad, el que arrastra tal cantidad de sentimientos y emociones. Sin embargo, la perdida de un hijo es al mismo tiempo una de las tristezas más grandes que puede sentir un ser humano, se nace para morir y ser enterrado por nuestros hijos, no para verlos morir a ellos.
La muerte es algo presente y constante, omitir su existencia es desconocer realmente nuestra condición animal y humana. Aceptarla es díficil pero es un paso que todos, de alguna u otra forma, debemos hacer.
Cristián, puedo imaginar de alguna manera el terrible dolor que debes sentir, no importa si es navidad o año nuevo, el día en que se pierde un hijo, es el día más triste de nuestras vidas.
Sólo queda el hermoso recuerdo de su pequeña e inocente existencia.
Mis más sinceras condolencias.
Actualización: Cristian Warnken ha publicado estas bellas y tiernas palabras.
Hace unos días me tocó acompañar a un amigo en el funeral de su mamá. Si bien era algo que se veía venir hace tiempo, fue muy triste ver a Ariel y su hermano menor en esa situación.
ResponderBorrarLa verdad, no tengo el valor para siquiera imaginar como está Cristian y su familia en estos momentos, y prefiero terminar este post antes de leer su comentario en el Mercurio. Desde hace algunos años me viene picando el bichito de tener un guatón revolviéndola por ahí; eso me hace pensar en muchas cosas, y darme cuenta de varios miedos que tengo por la tremenda responsabilidad que un hijo puede traer... y también la tremenda alegría.
Nada que decir... solo queda agradecer por tener aun acá a mis viejos y a mis hermanos para disfrutarlos. Quizás siempre quede con la sensación de que no los aprovecho lo suficiente. Agradecer también poder uno mismo estar aun acá para poder ver como crecen tus hermanos, y cuando llegue mi guatón, espero verlo crecer, que me de orgullos y rabietas mientras se va haciendo grande.